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Croniques russes. 4 El rio Neva

rupurrup | 24 Agost, 2009 19:12

El rio Neva entra en la ciudad por canales construidos egoistamente por la humanidad, pero es tan educado que incluso pide perdón cuando erosiona las paredes del puente de los leones alados, que hoy he fotografiado. Como contraprestación, el buen Neva, recoge las latas de los hombres vacios de ilusión y llenas de vicios, y con sosiego, se las lleva.

Tendría que mirar en los libros de historía para asegurarme, pero me atrevería a afirmar, conociendo su personalidad, que él nunca se desborda. No lo hizo cuando aquellos chicos del puente Podzeluev le arrojaron sus viejas zapatillas, intentando dejarlas colgadas de un cable de electricidad. Y ni siquiera se inmutó cuando recibió sin previo aviso el cuerpo sin vida de Olga Petrova, mientras en otra parte de su cauce, su despreocupada madre, lanzaba, desde el puente Joannovski, cincuenta céntimos de rublo al canguro de la suerte.

No. El Neva no quiere problemas con la gente. Su caudal fluye superficial y trivial y nunca agrieta su poso para indagar en los problemas de soledad que afectan allá abajo a los tres millones de usuarios del Metro más profundo del mundo. Tanto es así, que justo detrás del Hermitage, donde se acumula el mayor número de gotas de diferentes corrientes, las olas se congregan y se revolucionan en honor a Lenin, y el Neva, sonriente, las retiene para que no salgan movidas las fotos, desde las golondrinas rellenas de turistas que alimentan el sistema capitalista.

Llega a San Petersburgo cansado de tanto pensar en los miles de canales y acequias por donde ha tenido que encauzar su enorme caudal, para no desbordarse. Ha nutrido las humildes plantaciones de tomates y pepinos de las dachas de la clase media y ha penetrado los canales de los jardines imperiales donde celebraban orgias venecianas los antiguos zares. Está tan arrollado el pobre Neva, perdido y desperdigado por millones de lares, que si le preguntan qué pueblos y qué personas echará de menos cuando acabe su viaje, contestará que él sólo echa de menos su final desembocadura al mar, porque es la constante que echa de menos en todo su fluir, desde incluso antes de empezar. Se concentra tanto en no desbordarse y en llegar al mar, que se le hace imposible disfrutar de los pequeños placeres de su travesia. Ni siquiera puede encariñarse con los niños que juegan a barcos en sus arrollos, con pequeñas briznas. Ni escuchar los piropos de los turistas desde la torre del campanario del monasterio de Smolni. Por eso, si le preguntan, dirá que la relación con las personas que se acercan a su orilla durante este superfluo vagar, es siempre una relación estricta y lamentablemente de carácter fluvial.

El viaje termina. El Neva grita de alegría:

- Viva el mar, la libertad, el no-pensar! Sal, vida!

Está eufórico y lo celebra coloreando de verde la orilla del mar. Sin embargo, su color cambia cuando descubre, en la playa, el cuerpo descompuesto de Olga Petrova, cuya vida había salido un segundo por un pequeño suicidio. El rio abraza sus tacones rojos de doce centímetros y en un escalofrio le viene a la memoria esa chica arrodillada la semana pasada cerca del Crucero Aurora, llorando porque, a pesar de ser tan guapa, se encontraba sola. El Neva descansando en el mar empieza a recordar. Recuerda que la vió allí sola, pero que en ese momento no pudo ayudarla porque estaba amordazando la ira de una revolucionaria ola. Quizás podría haberle salvado la vida.

Cuando se da cuenta de su terrible negligencia, confluyen en su delta todas las gotas de rabia y de dolor, y el traumatizado rio toma una drástica decisión:

- "A partir de este momento profundizaré en los problemas de las personas y dejará de fluir por la superficie de las cosas”.

No hay tiempo que perder. Una chica elegante acaba de lanzar una caja de fotos desde el puente Anichkov y se dirige a la estación de metro de Gostinyy Dvor, el centro comercial más grande y lujoso de la ciudad. Está llorando y algunas lágrimas han caido al canal. El rio las agarra y se filtra escurridizo a través de un bloque poroso de arcilla, interesándose por la inquietante situación emocional de la chica. Le cuesta mucho controlar la fuerza inmensa con la que de repente quiere ayudar a la humanidad y pronto empiezan a agrietarse las paredes de mármol de la estación con nombre de centro comercial. Las gotas más comunistas aprovechan la grieta para perpetrar su ataque terrorista contra la nueva Rusia capitalista. El metro se inunda y miles de personas pierden la vida ahogadas entre las estaciones de Gostinyy Dvor y Sennaya Ploschad.

El rio Neva llora y pierde definitivamente el control de sus gotas.

El rio Neva, al fin, se desborda, matando al resto de ciudadanos de su ciudad.

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